Rafa Poverello reviewed Desgracia/ Disgrace by J. M. Coetzee
Nuestras miserias
Si hace varios años a alguna persona bien aficionada a la lectura se le hubiera ocurrido hablarme de Coetzze, mi respuesta me habría dejado absolutamente en ridículo poniendo al descubierto mi tosquedad literaria: -¿Qué es un nuevo sabor de helado?
Por fortuna para mí, otro tosco amigo, en variadas ocasiones ironizaba con sarcasmo en mi presencia sobre la tesis doctoral de su futura (y actual) esposa sobre ni Dios sabe qué escritor sudafricano. Los rebotes de ella eran manifiestos y, como soy en extremo curioso y muy dado a conocer lo desconocido, le pregunté por el nombre, sus obras, su vida y me faltó exigirle sus medidas anatómicas: J. M. Coetzze. También por fortuna para mí, Marichús, que se llama la susodicha, me tiene en alta estima en lo referente a mi bagaje cultural y, ni corta ni perezosa, me regaló "Desgracia". Tardé en leerlo algo más de lo que …
Si hace varios años a alguna persona bien aficionada a la lectura se le hubiera ocurrido hablarme de Coetzze, mi respuesta me habría dejado absolutamente en ridículo poniendo al descubierto mi tosquedad literaria: -¿Qué es un nuevo sabor de helado?
Por fortuna para mí, otro tosco amigo, en variadas ocasiones ironizaba con sarcasmo en mi presencia sobre la tesis doctoral de su futura (y actual) esposa sobre ni Dios sabe qué escritor sudafricano. Los rebotes de ella eran manifiestos y, como soy en extremo curioso y muy dado a conocer lo desconocido, le pregunté por el nombre, sus obras, su vida y me faltó exigirle sus medidas anatómicas: J. M. Coetzze. También por fortuna para mí, Marichús, que se llama la susodicha, me tiene en alta estima en lo referente a mi bagaje cultural y, ni corta ni perezosa, me regaló "Desgracia". Tardé en leerlo algo más de lo que Usain Bolt corre los 200m.
Y lo curioso es que ni hoy por hoy podría resumir a ciencia cierta de qué trata, porque la novela es tan intensamente profunda y devastadora que nos sugiere y enmarca a cada habitante del mundo; en esa mierdecilla que somos, pero que se niega a creerse merecedora de la más nimia de los desgracias o a atreverse a ver como tal aquello que, con nuestro desprecio a la vida, a la dignidad, al resto de mortales..., nos hemos ganado a pulso. Cada une de nosotres somos David Lurie, en su pecado y en su virtud, y eso nos ha de hacer tener esperanzas en la reconciliación, en el perdón, en el abandono de la culpa...
Y la película de Jacobs tiene pase, por qué no, pero no le llega al libro ni al betún de los zapatos (a la suela, sí).